Todas las noches en afán de venganza cuando lo veía llegar borracho le gritaba ¡Cachón, Cachón!. Nunca se dió cuenta si al ebrio al que le dirigía esas palabras le entendía. Sólo pudo medir las consecuencias de sus palabras cuando un día en la mañana él le dijo: "Me voy, quédese con su nuevo marido" y salió. Desde
ese día la mujer se duele de haberse quedado sin un marido y sin un amante para acompañarse.
María Botero
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