Tertulia Literaria La Metamorfosis

Tertulia Literaria La Metamorfosis

miércoles, 17 de agosto de 2022

 

Súbase

Por: María Alixon Botero

-          ¡Venga súbase rápido que lo van a matar!

Estas fueron las palabras de un hombre mayor, con cara de bonachón que transitaba conduciendo su camioneta blanca, por una calle del centro de la ciudad, cuando vio que otro hombre de tez morena, algo mayor, mal trajeado y que él conocía, aunque era de menos edad que el conductor, era perseguido por una turba enardecida, que lo amenazaban con palos y piedras.   Tenía los ojos desorbitados y corría sin freno, seguido de los otros que lo tenían azuzado y que parecía que querían ultimarlo. Sin dudarlo, el hombre que llamaban Polo, abrió la puerta del pasajero e ingresó al vehículo que apresuradamente siguió su camino con los dos hombres a bordo.

Quienes asistieron al evento, hicieron su propia lectura e inmediatamente llamaron a la policía y dieron cuenta del suceso, como el momento trágico en que un loco se subió al carro de un señor prestante, el padre de un comerciante afamado de la zona, quien en esos momentos podía estar corriendo la peor de las suertes.

El comerciante también fue informado y de inmediato se inició el operativo. Las fuerzas policiales recorrieron la zona indagando apresuradamente y siguiendo el rastro que podía haber dejado el trastornado personaje.

Los minutos parecían cruciales para lograr el objetivo, salvar a Don Pedro, que era cono se llamaba la víctima, de las garras insaciables del loco Polo como lo llamaban en el lugar.

El hombre y su camioneta eran muy conocidos, fue fácil adelantar las pesquisas, vecinos de diferentes sectores dieron sus versiones, algunas encontradas. Efectivamente, el señor había pasado con otro en el asiento del pasajero, pero todavía era él quien conducía. Su esposa y su hijo se tranquilizaban un poco con los avances que les daba la policía, pero aún así el padre y esposo no aparecía.

El hijo tomó una motocicleta y con desespero empezó a peinar la zona, subía y bajaba, llamaba por teléfono, recibía informes, pero nada, no estaba por ninguna parte. El desespero se dibujaba en los rostros de los familiares, el corazón palpitaba con desespero esperando la noticia fatídica y el desenlace fatal, cuando de pronto, con paso somnoliento, como era habitual en su manera de conducir, el hombre llegó al frente del establecimiento comercial de su hijo, sin un rasguño y sin el temible acompañante.

 Casi a gritos fue interrogado por los angustiados familiares:

-          ¿Papá qué le pasó?

-           ¿Por qué? – respondió el hombre serenamente.

-          ¡Por qué mucha gente vio cuando a usted se le subió un loco al carro!

Pausadamente contestó – No, un loco, era Polo, pobrecito, una gente lo iba a matar y yo le dije que se subiera rapidito, y él me hizo caso. Estaba medio desnudo, ¡qué pesar! si está como loquito.

-          Hizo un montón de daños en el centro, por eso lo estaban persiguiendo- explicó el comerciante, quien había sido informado por la policía de los pormenores.

-          Yo lo llevé hasta el barrio Sur y él se fue, ¡qué pesar un hombre tan trabajador como ese!

-          ¡Uf pero que susto nos dio!

-          Eso es bobada de ustedes, a mí nunca me pasa nada. Dijo moviendo los brazos con gesto de despreocupación, cerrando la conversación con una sonrisa. 

 

 

 

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