Los ojos son para ver.
Los oídos para escuchar.
La nariz es para oler.
Las manos para tocar.
Y la boca para saborear.
Cinco sentidos, cinco sentidos,
cinco sentidos.
Los ojos son para ver.
Los oídos para escuchar.
La nariz es para oler.
Las manos para tocar.
Y la boca para saborear.
Cinco sentidos, cinco sentidos,
cinco sentidos.
Mi camiseta Blanca
María Alixon Botero
Cuando hace frío y tengo que limpiar a mi camiseta,
deseo que ella tome la decisión de tirarse como en un día de playa, se dé un
chapuzón, se restriegue con fuerza en las axilas y en la panza y finalmente, me
de tres silbidos para que la coloque a secar metida en un gancho de ropa. Pero cuando llego a la realidad, mi camiseta resulta
friolenta, no le gusta bañarse y tengo que librar una batalla campal para poder
lavarla. Mi camiseta blanca ha cobrado vida, ahora es Blanca. Me dice que
caliente un poco el agua, lo hago para complacerla, porque de lo contrario se
enrolla y no puedo verle los bordes manchados de negro. Me exige que la
inscriba en un curso de natación porque quiere bañarse sola. Le molesta que use
el cepillo de manera violenta y desesperada. Quiere dejar que el agua entre por
sus aberturas para convertirse en un globo de largo alcance. Se siente la
ballena Blanca, que nada en las profundidades del mar. Otras veces quiere ser liviana
para que el aire cruce por sus cuatro puntas y ser la gaviota Blanca que mira
el mar desde las alturas.
Mi camiseta Blanca se ha enamorado de un bluyín azul
de trabajo, pesado, que no se mueve del tendedero y aunque ella le coquetea, lo
acaricia, se mece con la brisa y aprovecha para acercarse, él es indiferente. Pero
Blanca no desiste, aprovecha cuando la recojo y con disimulo se acuesta sobre
el bluyín, sutilmente. Él empieza a hacerle caso, quien soporta esa tentación.
El pasado lunes, les tocó lavado a los dos, alcancé a ver como tímidamente el
bluyín acercaba su abertura a Blanca, ella se hacía la loca para que nadie
notara sus oscuras intenciones. ¡Ay mi Blanquita!
El CONEJITO QUE SALIÓ A PASEAR
La lectura
se inicia preguntando “¿Veo, veo, ¿qué ves?
Los niños
deben responder un conejito. Se les dice a los niños que deben cantar una
canción para que el conejito les cuente el cuento:
https://www.youtube.com/watch?v=N7ljzWjLmjo
CANCIÓN UN CONEJITO MUY PICARÓN
“Un
conejito muy Picarón
Un conejito
muy picarón,
de colita
blanca
como el
algodón.
Su mamá le
dijo: “oye conejito,
no andes
tan ligero
en el
monopatín,”
Por
desobediente,
Lo que le
pasó
Se pinchó
una llanta y se lastimó
Todos los
conejos fueron a llorar y
Mamá coneja
los perdonará”
El cuento
se va abriendo lentamente, y se les dice:
Un conejito salió a pasear
A buscar
amigos
Que quieran
jugar
De un palo
alto
Vino a contestar
Una
guacamaya
Que sabe
bailar
“Yo juego
contigo
Voy a
celebrar
Que seamos
amigos
Y juntos
estar”
Y el
conejito
Se puso a
saltar
Y por eso
el hámster
Dejó de
girar
En su rueda
mágica,
Tuvo que
parar.
La gata
Carlota
Llegó del
jardín
Pisando muy
suave
Con su corbatín.
El pececito
Desde su
pecera
Los miraba
a todos
Con risa
ligera
Y el perro
Tomás
Decidió
sentarse
Solo a
descansar
Mientras el
conejo
empieza a
jugar
Vamos todos
juntos
No
esperemos más
Que con las
mascotas
Vamos a
gozar,
Del juego,
del canto
Y con risas
sin par.
.
EL AMOR Y LA LOCURA
Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre.
Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso:
- ¿Vamos a jugar a las escondidas?!
La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó:
- ¿A las escondidas?... ¿y cómo es eso?
- Es un juego -explicó la LOCURA- en que yo me tapo la cara y comienzo a contar uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA, la ALEGRÍA dió tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATÍA, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar... la VERDAD prefirió no esconderse, para qué? si al final siempre la hallaban, y la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse...
- Uno, dos, tres... -comenzó a contar la LOCURA.
La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino, la FE subió al cielo y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos...
¿Que si un lago cristalino?, ideal para la BELLEZA. ¿Que si la hendija de un árbol?, perfecto para la TIMIDEZ. ¿Que si el vuelo de la mariposa?, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD. ¿Que si una ráfaga de viento?, magnífico para la LIBERTAD... Así, la GENEROSIDAD terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El EGOÍSMO en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero sólo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arcoiris), y la PASIÓN y el DESEO en el centro de los volcanes. El OLVIDO... se me olvidó dónde se escondió... pero eso no es lo importante.
Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divisó un rosal... y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
- Un millón!!!- contó la LOCURA y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a tres pasos de una piedra.
Después se escuchó la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre Zoología... La PASION y el DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró la ENVIDIA y, claro, pudo deducir dónde estaba el TRIUNFO. El EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo. Él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA y con la DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado esconderse...
Así fue encontrando a todos... al TALENTO entre la hierba fresca, a la
ANGUSTIA en una oscura cueva, a la MENTIRA detrás del arcoiris... (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta al OLVIDO... que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos... pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio.
La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas... y cuando estaba dándose por vencida divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó... Las espinas habían herido en los ojos al AMOR; la LOCURA no sabía qué hacer para disculparse...lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces; desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra:
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.
JUANCHO
Hace
algunos días se mudó a mi barrio una familia venida del interior del país. Traían lo normal de una mudanza, sus muebles,
sus camas, sus cajas llenas de utensilios de cocina, de ropas, de adornos y
demás artículos propios de una vivienda.
Pero dentro de lo no tan usual, traían un perro en un huacal y un gato
en otro.
Las
personas encargadas de la mudanza se dedicaron a descargar todo del camión, sin
reparar en los dos animales. Cuando el trabajo se dio por terminado, la dueña
recordó a sus mascotas e inmediatamente abrió las compuertas de los depósitos,
sin tener en cuenta que la puerta de la casa estaba abierta, el gato al verse
liberado y muy aterrado cruzó el umbral y en cuestión de segundos desapareció.
Su
dueña acompañada de los otros miembros de la familia, se dedicó a buscar el
ejemplar felino, que no se dejaba ver por ningún lado. Esa noche fue terrible,
entre el desorden de la mudanza y el pensamiento de la triste suerte de la
mascota, no pudieron pegar el ojo.
Al
día siguiente creían que todo se resolvería, pero no fue así. Pasaron varias
semanas hasta que se decidieron a publicar un afiche con la imagen de Juancho,
como se llamaba el gato, para ver si algún vecino lo había visto. Ofrecían una
recompensa atractiva, teniendo en cuenta que la imagen del animal que aparecía
en la publicación era de lo más común, un gato rabo seco como les dicen por
aquí.
La
dueña de la tienda, una mujer no muy expresiva, me refirió la historia y me
confesó que de manera cautelosa y poco notoria ella hacía llamados al gato, por
si en verdad respondía al nombre para ganarse la recompensa.
-Yo
a veces digo ¡Juancho!, ¡Juancho!, nunca se sabe- me dijo con cara picarona.
De
regreso a mi casa le conté a mi esposo, que me miró con incredulidad. Pero
cuando unas niñas y una señora llegaron con el volante en la mano y el
ofrecimiento de la recompensa, cambió de opinión. Bueno, la verdad ese gato yo
lo he visto en la esquina o eso creo, le informé.
Al
día siguiente madrugó, como veía que yo no me levantaba, me despertó por asalto
y me dijo que me apresurara para que le ayudara a encontrar el gato que yo
decía haber visto. Algo somnolienta lo acompañé y vi que llevaba comida para gato
en sus manos., me explicó que esa era su estrategia para conquistar al gato
Juancho
no se hizo esperar, se dejó ver con sus manchas marrón y su cara de color
blanco con negro, ese contraste le daba un aspecto extraño, pero en verdad que
era rabo seco.
Mi
esposo lo llamó con dulzura y le ofreció la comida, el gato la comió, pero de
nuevo y velozmente se entró para la casa abandonada. Así pasaron varios días y
la ambición de mi esposo por el valor del rescate lo mantenía en su propósito.
Hasta que una mañana, cansado de ese juego entre el gato y él, dijo:
- Definitivamente
ese gato no se deja coger- entró en la
casa gruñendo porque se sentía cansado de dar la lucha con la mascota.
- Si
la dueña no lo coge, menos nosotros.
- ¿Y
es que la dueña ya sabe dónde está?
- Claro,
-le respondí- todas las tardes viene a traerle comida, se la come y se le entra
y como ella no puede entrar.
- No
me digas eso y saber que ya me he gastado un montón de plata en la comida.
- Eso
sí está bueno, le compras comida a Juancho y a los de aquí ni un poquito.
- Es
que tú no me das recompensa en cambio Juancho si es una mina de oro.
- Pero
una mina de oro que salta patios y que invade casas ajenas.
Mi esposo desistió y Juancho se paseaba cada día como si la
cosa nunca hubiera sido con él. Pasado mucho tiempo, los dueños de Juancho se
fueron y él siguió saliendo cada tarde a sentarse en la terraza de la casa
abandonada, definitivamente pudo más su libertad que la barriga.