MISERIA Y EL DIABLO
Adaptación María Alixon Botero
-Esto era en
tiempo de nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles.»
Quedé un rato a la
espera. Don Segundo nos dejaba caer, así, en un reino de ficción. Íbamos a
vivir en el hilo de un relato. Saldríamos de una parte a otra. ¿De dónde para
dónde?
«-Nuestro Señor,
que asigún dicen jue el creador de la bondá, sabía andar de pueblo en pueblo y
de rancho en rancho, por Tierra Santa, enseñando el Evangelio y curando con
palabras. En estos viajes, lo llevaba de asistente a San Pedro, al que lo
quería muy mucho, por creyente y servicial.
»Cuentan que en
uno de esos viajes, que por demás veces eran duros como los del resero, como
jueran por llegar a un pueblo, a la mula en que iba nuestro Señor, se le perdió
una herradura y dentró a manquiar.
»-Fijate -le dijo
nuestro Señor a San Pedro- si no ves una herrería, que ya estamos dentrando al
poblao.
»San Pedro, que
iba mirando con atención, divisó un rancho viejo de paredes rajadas, que tenía
encima de la puerta un letrero que decía: 'ERRERÍA'. Sobre el pucho, se lo
contó al Maistro y pararon delante del corralón.
»-Ave María
-gritaron. Y junto con un cuzquito ladrador, salió un anciano harapiento que
los convidó a pasar.
»-Güenas tardes
-dijo Nuestro Señor-. ¿Podrías herrar mi mula que ha perdido la herradura de
una mano?
»-Apiensén y pasen
adelante -contestó el viejo-. Voy a ver si puedo servirlos.
»Cuando, ya en la
pieza, se acomodaron sobre unas sillas de patas quebradas y torcidas, Nuestro
Señor le preguntó al herrero:
»-¿Y cuál es tu
nombre?
»-Me llaman
Miseria -respondió el viejo, y se jue a buscar lo necesario pa servir a los
forasteros.
»Con mucha
pasencia anduvo este servidor de Dios, olfateando en sus cajones y sus bolsas,
sin hallar nada. Acobardao iba a golverse pa pedir disculpa a los que estaban
esperando, cuando regolviendo con la bota un montón de basuras y desperdicios,
vido una argolla de plata, grandota.
»-¿Qué haceh'aquí
vos? -le dijo, y recogiéndola se jue pa donde estaba la fragua, prendió el
juego, reditió la argolla, hizo a martillo una herradura y se la puso a la
mulita de Nuestro Señor. ¡Viejo sagaz y ladino!
»-¿Cuánto te
debemos, güen hombre? -preguntó Nuestro Señor.
»Miseria lo miró
bien de arriba abajo y, cuando concluyó de filiarlo, le dijo:
»-Por lo que veo, ustedes
son tan pobres como yo. ¿Qué diantre les vi a cobrar? Vayan en paz por el
mundo, que algún día tal vez Dios me lo tenga en cuenta.
»-Así sea -dijo
Nuestro Señor y, después de haberse despedido, montaron los forasteros en sus
mulas y salieron al sobrepaso.
»Cuando iban ya
retiraditos, le dice a Jesús este San Pedro, que debía ser medio lerdo:
»-Verdá, Señor que
somos desagradecidos. Este pobre hombre nos ha herrao la mula con una
herradura'e plata, no noh'a cobrao nada por más que es repobre, y nohotros los
vamos sin darle siquiera una prenda de amistá.
»-Decís bien
-contestó Nuestro Señor-.Volvamos hasta su casa pa concederle tres gracias, que
él elegirá a su gusto.
»Cuando Miseria
los vido llegar de vuelta, creyó que se había desprendido la herradura y los
hizo pasar como endenantes. Nuestro Señor le dijo a qué() venían y el hombre lo
miró de soslayo, medio con ganitas de rairse, medio con ganitas de disparar.
»-Pensá bien -dijo
Nuestro Señor- antes de hacer tu pedido.
»San Pedro, que se
había acomodao atrás de Miseria, le sopló:
»-Pedí el Paraíso.
»-Cayate viejo -le
contestó por lo bajo Miseria, pa después decirle a Nuestro Señor:
»-Quiero que el
que se siente en mi silla, no se pueda levantar della sin mi permiso.
»-Concedido -dijo
Nuestro Señor-. ¿A ver la segunda gracia? Pensala con cuidao.
»-Pedí el Paraíso
-golvió a soplarle de atrás San Pedro.
»-Cayate viejo
metido -le contestó por lo bajo Miseria, pa después decirle a Nuestro Señor:
»-Quiero que el
que suba a mis nogales, no se pueda bajar dellos sin mi permiso.
»-Concedido -dijo
Nuestro Señor-. Y aura, la tercera y última gracia. No te apurés.
»¡Pedí el Paraíso,
porfiao! -le sopló de atrás San Pedro.
»-¿Te quedrás
callar viejo idiota? -le contestó Miseria enojao, pa después decirle a Nuestro
Señor:
»-Quiero que el
que se meta en mi tabaquera no pueda salir sin mi permiso.
»-Concedido -dijo
Nuestro Señor y, después de despedirse se jue.
»Ni bien Miseria
quedó solo, comenzó a cavilar y, poco a poco, jue dentrándole rabia de no haber
sabido sacar más ventaja de las tres gracias concedidas.
»También, seré
sonso -gritó, tirando contra el suelo el chambergo-. Lo que es, si aurita mesmo
se presentara el demonio, le daría mi alma con tal de poderle pedir veinte años
de vida y plata a discreción.
»En ese mesmo
momento, se presentó a la puerta'el rancho un caballero que le dijo:
»-Si querés,
Miseria, yo te puedo presentar un contrato, dándote lo que pedís.
Y ya sacó un rollo
de papel con escrituras y numeritos, lo más bien acondicionao, que traiba en el
bolsillo. Y allí las leyeron juntos a las letras y, estando conformes en el
trato, firmaron los dos con mucho pulso, arriba de un sello que traiba el
rollo.»
-¡Reventó la yegua
el lazo! -comenté.
-Aura verás,
dejáte estar callao pa aprender como sigue el cuento.
¡Miramos
alrededor, la noche, como para no perder contacto con nuestra existencia
actual, y mi padrino prosiguió:
«-Ni bien el
Diablo se jue y Miseria quedó solo, tantió la bolsa de oro que le había dejao
Mandinga, se miró en el bañadero de los patos, donde vido que estaba mozo, y se
jue al pueblo pa comprar ropa, pidió pieza en la fonda como Señor, y durmió esa
noche contento.
»¡Amigo!, había de
ver como cambió la vida deste hombre. Terció con príncipes y gobernadores y
alcaldes, jugaba como nenguno en las carreras, viajó por todo el mundo, tuvo
trato con hijas de Reyes y Marqueses...
»Pero, bien dicen
que pronto se pasan los años cuando se emplean de este modo, de suerte que se
cumplió el año vegísimo y, en un momento casual, en que Miseria había venido a
rairse de su rancho, se presentó el diablo con el nombre del caballero Lilí,
como vez pasada, y peló el contrato pa exigir que se le pagara lo convenido.
»Miseria, que era
hombre honrao, aunque medio tristón, le dijo a Lilí que lo esperara, que iba a
lavarse y ponerse güena ropa pa presentarse al Infierno, como era debido. Así
lo hizo, pensando que al fin todo laso se corta y que su felicidá había
terminao.
»Al golver lo
halló a Lilí, sentao en su silla, aguardando con pasencia.
»-Ya estoy
acomodao -le dijo-, ¿vamos yendo?
»-¡Cómo hemos de
irnos -contestó Lilí- si estoy pegao en esta silla como por un encanto!
»Miseria se acordó
de las virtudes que le había concedido el hombre'e la mula y le dentró una risa
tremenda.
»-¡Enderezate pues
maula, si sos diablo! le dijo a Lilí.
»Al ñudo este hizo
bellaquear la silla. No pudo alzarse ni un chiquito y sudaba, mirándolo a
Miseria.
»-Entonces -le
dijo el que jue herrero- si querés dirte, firmame otros veinte años de vida y
plata a discreción.
»El demonio hizo
lo que le pedía Miseria, y este le dio permiso pa que se juera.
»Otra vez el
viejo, remosao y platudo, se golvió a correr mundo: terció con príncipes y
manates, gastó plata como naides, tuvo trato con hijas de Reyes y de
comerciantes juertes...
»Pero los años,
pa'l que se divierte, juyen pronto, de suerte que, cumplido el vegísimo,
Miseria quiso dar fin cabal a su palabra y rumbió al pago de su herrería.
»A todo esto Lilí,
que era medio lenguaraz y alcahuete, había contao en los infiernos el encanto'e
la silla.
»-Hay que andar
con ojo alerta -había dicho Lucifer-. Ese viejo está protegido y es ladino. Dos
serán los que lo van a buscar al fin del trato.
»Por esto jue que
al apiarse en el rancho, Miseria vido que lo estaban esperando dos hombres, y
uno de ellos era Lilí.
»-Pasen adelante;
sientensén -les dijo- mientras yo me lavo y me visto, pa dentrar al Infierno
como es debido.
»-Yo no me siento
-dijo Lilí.
»-Como quieran.
Pueden pasar al patio y bajar unas nueces, que seguramente serán las mejores
que habrán comido en su vida de Diablos.
»Lilí no quiso
saber nada pero, cuando se hallaron solos, su compañero le dijo que iba a dar
una güelta por debajo de los nogales, a ver si podía recoger del suelo alguna
nuez caída y probarla. Al rato no más golvió, diciendo que había hallao una
yuntita y que, en comiéndolas, naide podía negar que jueran las más ricas del
mundo.
»Juntos se jueron
p'adentro y comenzaron a buscar sin hallar nada.
»Pa esto, al
diablo amigo de Lilí se le había calentao la boca y dijo que se iba a subir a
la planta, pa seguir pegándole al manjar. Lilí le alvirtió que había que
desconfiar, pero el goloso no hizo caso y subió a los árboles, donde comenzó a
tragar sin descanso, diciéndole de tiempo en tiempo:
»-¡Cha que son
güenas! ¡Cha que son güenas!
»-Tirame unas
cuantas -le gritó Lilí, de abajo.
»-Allá va una -dijo
el de arriba.
»-Tirame otras
cuantas -golvió a pedirle Lilí, ni bien se comió la primera.
»-Estoy muy ocupao
-le contestó el tragón-. Si querés más, subite al árbol.
»Lilí, después de
cavilar un rato se subió.
»Cuando Miseria
salió de la pieza y vido a los dos diablos en el nogal, le dentró una risa
tremenda.
»-Aquí estoy a su
mandao -les gritó-.Vamos cuando ustedes gusten.
»-Es que no nos
podemoh'abajar -le contestaron los diablos, que estaban como pegaos a las
ramas.
»-Lindo -les dijo
Miseria- entonces firmenmén otra vez el contrato, dándome otros veinte años de
vida y plata a discreción.
»Los diablos
hicieron lo que Miseria les pedía y este les dio permiso pa que bajaran.
»Miseria golvió a
correr mundo y terció con gente copetuda y tiró plata y tuvo amores con damas
de primera...
»Pero los años
dentraron a disparar, como endenantes, de suerte que al llegar el año vegísimo,
Miseria, queriendo dar pago a su deuda, se acordó de la herrería en que había
sufrido.
»A todo esto, los
diablos en el Infierno le habían contao a Lucifer lo sucedido y éste,
enojadazo, les había dicho:
»-¡Canejo! ¿No les
previne de que anduvieran con esmero, porque ese hombre era por demás ladino?
Esta güelta que viene, vamoh'a dir toditos a ver si se nos escapa.
»Por esto jue que
Miseria, al llegar a su rancho, vido más gente riunida que en una jugada'e
taba. Pero esa gente, acomodada como un ejército, parecían estar a la orden de
un mandón con corona. Miseria pensó que el mesmito Infierno se había mudao a su
casa y llegó, mirando como pato el arriador, a esa pueblada de diablos. 'Si
escapo desta -se dijo- en fija que ya nunca la pierdo.' Pero haciéndose el muy
templao, preguntó a aquella gente:
»-¿Quieren hablar
conmigo?
»-Sí -contestó
juerte el de la corona.
»-A usté -le
retrucó Miseria- no le he firmao contrato nenguno, pa que venga tomando velas
en este entierro.
»-Pero me vah'a
seguir -gritó el coronao-, porque yo soy el Ray de loh'Infiernos.
»-¿Y quién me da
el certificao? -alegó Miseria-. Si usté es lo que dice, ha de poder hacer de
fijo, que todos los diablos dentren en su cuerpo y golverse una hormiga.
»Otro hubiera
desconfiao, pero dicen que a los malos los sabe perder la rabia y el orgullo,
de modo que Lucifer, ciego de juror, dio un grito y en el momento mesmo, se
pasó a la forma de una hormiga, que llevaba adentro a todos los demonios del
Infierno.
»Sin dilación,
Miseria agarró el bichito que caminaba sobre los ladrillos del piso, lo metió
en su tabaquera, se jue a la herrería, la colocó sobre el yunque y, con un
martillo, se arrastró a pegarle con todita el alma, hasta que la camiseta se le
empapó de sudor.
»Entonces, se
refrescó, se mudó y salió a pasiar por el pueblo.
»¡Bien haiga, viejito
sagás! Todos los días, colocaba la tabaquera sobre el yunque y le pegaba tamaña
paliza, hasta empapar la camiseta, pa después salir a pasiar por el pueblo.
»Y así se jueron
los años.
»Y resultó que ya
en el pueblo, no hubo peleas, ni plaitos, ni alegaciones. Los maridos no las
castigaban a las mujeres, ni las madres a los chicos. Tíos, primos y entenaos
se entendían como Dios manda; no salía la viuda, ni el chancho; no se vían
luces malas y los enfermos sanaron todos; los viejos no acababan de morirse y
hasta los perros jueron virtuosos. Los vecinos se entendían bien, los baguales
no corcoviaban más que de alegría y todo andaba como reló de rico. Qué, si ni
había que baldiar los pozos por que toda agua era güena».
-¡Ahahá! -apoyé
alegremente.
-Sí -arguyó mi
padrino-, no te me andeh'apurando.
»Ansina como no
hay caminos sin repechos, no hay suerte sin desgracias, y vino a suceder que
abogaos, procuradores, jueces de paz, curanderos, médicos y todos los que son
autoridá y viven de la desgracia y vicios de la gente, comenzaron a ponerse
charcones de hambre y jueron muriendo.
»Y un día,
asustaos, los que quedaban de esta morralla se endilgaron pa lo del Gobernador,
a pedirle ayuda por lo que les sucedía. Y el Gobernador, que también dentraba
en la partida de los castigaos, les dijo que nada podía remediar y les dio una
plata del Estao, alvirtiéndoles que era la única vez que lo hacía, porque no
era obligación del Gobierno el andarlos ayudando.
»Pasaron unos
meses y ya, los procuradores, jueces y otros bichos iban mermando por haber
pasao los más a mejor vida, cuando uno dellos, el más pícaro, vino a maliciar
la verdá y los invitó a todos a que golvieran a lo del Gobernador, dándoles
promesa de que ganarían el plaito.
»Así jue. Y cuando
estuvieron frente al manate, el procurador le dijo a Sueselencia que todah'esas
calamidades sucedían, porque el herrero Miseria tenía encerraos en su tabaquera
a los Diablos del Infierno.
»Sobre el pucho,
el mandón lo mandó trair a Miseria y, en presencia de todos, le largó un
discurso:
»-¿Ahá, sos vos?
¡bonito andás poniendo al mundo con tus brujerías y encantos, viejo indino!
Aurita vah'a dejar las cosas como estaban, sin meterte a redimir culpas ni
castigar diablos. ¿No ves que siendo el mundo como es no puede pasarse del mal
y que las leyes y lah'enfermedades y todos los que viven d'ellas, que son
muchos, precisan de que los diablos anden por la tierra? En este mesmo momento
vah'al trote y largas loh'Infiernos de tu tabaquera.
»Miseria
comprendió que el Gobernador tenía razón, confensó la verdá y jue pa su casa pa
cumplir lo mandao.
»Ya estaba por
demás viejo y aburrido del mundo, de suerte que irse dél poco le importaba.
»En su rancho,
antes de largar los diablos, puso la tabaquera en el yunque, como era su
costumbre, y por última vez le dio una güena sobada, hasta que la camiseta
quedó empapada de sudor.
»-¿Si yo los largo
van a andar embromando por aquí? -les preguntó a los mandingas.
»-No, no -gritaban
éstos de adentro-. Larganos y te juramos no golver nunca por tu casa.
»Entonces Miseria
abrió la tabaquera y los lisenció pa que se jueran.
»Salió la
hormiguita y creció hasta ser el Malo. Comenzaron a brotar del cuerpo de
Lucifer todos los demonios y redepente, en( un tropel, tomó esta diablada por
esas calles de Dios, levantando una polvadera como nube'e tormenta.
»Y aura viene el
fin:
»Ya Miseria estaba
en las últimas humeadas del pucho, porque a todo cristiano le llega el momento
de entregar la osamenta y él bastante la había usao.
»Y Miseria,
pensando hacerlo mejor, se jue a echar sobre sus jergas a esperar la muerte.
Allá, en su piecita de pobre, se halló tan aburrido y desganao, que ni se
levantaba siquiera pa comer ni tomar agua. Despacito no más se jue consumiendo,
hasta que quedó duro y como secao por los años.
»Y aura es que, en
habiendo dejao el cuerpo pa los bichos, Miseria pensó lo que le quedaba por
hacer y, sin dilación porque no era sonso, el hombre enderezó pa'l Cielo y
después de un viaje largo, golpió en la puerta deste.
»Cuantito se abrió
la puerta, San Pedro y Miseria se reconocieron, pero al viejo pícaro no le
convenían esos recuerdos y, haciéndose el chancho rengo, pidió permiso pa
pasar.
»-¡Hm! -dijo San
Pedro-. Cuando yo estuve en tu herrería con Nuestro Señor, pa concederte tres
gracias, te dije que pidieras el paraíso y vos me contestaste: 'Callate viejo
idiota'. Y no es que te la guarde, pero no puedo dejarte pasar aura, porque en
habiéndote ofrecido tres veceh'el Cielo, vos te negaste a acetarlo.
»Y como ahí no más
el portero del Paraíso cerró la puerta, Miseria, pensando que de dos males hay
que elegir el menos pior, rumbió pa'l Purgatorio a probar como andaría.
»Pero amigo, allí
le dijeron que sólo podían dentrar las almas destinadas al cielo y que como él
nunca podría llegar a esa gloria, por haberla desnegao en la oportunidá, no
podían guardarlo. Las penas eternas le tocaban cumplirlas en el Infierno.
»Y Miseria
enderezó al Infierno y golpió en la puerta, como antes golpiaba en la tabaquera
sobre del yunque, haciendo llorar los diablos. Y le abrieron pero, qué rabia no
le daría cuando se encontró cara a cara con el mesmo Lilí.
»-¡Maldita mi
suerte -gritó-, que andequiera he de tener conocidos!
»Y Lilí,
acordándose de las palizas, salió que quemaba, con la cola como bandera'e
comisaría, y no paró hasta los pieses mesmo de Lucifer, al que contó quién
estaba de visita.
»Nunca los diablos
se habían pegao tan tamaño susto y el mesmito Ray de los Infiernos, recordando
también el rigor del martillo, se puso a gritar como gallina culeca, ordenando
que cerraran bien toditas las puertas, no juera a dentrar semejante cachafaz.
»Ahí quedó
Miseria, sin dentrada a ningún lao porque ni en el cielo, ni en el Purgatorio,
ni en el Infierno lo querían como socio y dicen que es por eso que, dende
entonces, Miseria y Pobreza son cosas de este mundo y nunca se irán a otra
parte, porque en ninguna quieren almitir su existencia.»
RICARDO GUIRALES
DON SEGUNDO SOMBRA
EN LA PELÍCULA ES
EL MINUTO 57
PERSONAJES
NARRADOR
MISERIA
JESUS
SAN PEDRO
3 DIABLOS
REYES Y PRINCESAS
SIN TEXTO
GOBERNADOR