Tertulia Literaria La Metamorfosis

Tertulia Literaria La Metamorfosis

sábado, 12 de septiembre de 2020

Velorio Equivocado Anecdota

 

Velorio Equivocado

María Alixon Botero

Había muerto su hermano mayor, un hecho esperado, pero igualmente lamentable. El velorio, un ritual necesario para dilatar la pérdida y dar espacio al corazón de sacar todo el dolor que le produce la pérdida, derramar incontables lágrimas y recibir los saludos de condolencia y conmiseración.

Aunque, cuando el difunto ha estado enfermo por un largo tiempo, su condición lamentable en el centro hospitalario y la posibilidad de curación muy remota, el velorio como tal es un evento tranquilo y hasta ameno, porque se encuentran vecinos, familiares y amigos largamente ignorados, no visitados e incluso olvidados.  Por lo que la ocasión resulta muy agradable para ponerse al día, repasar los últimos sucesos como nacimientos, matrimonios, divorcios, éxitos económicos y laborales y también fracasos.  Remojado con un tinto o una aromática insípida, la conversación fluye copiosa.

Solo se ve interrumpida con los rezos de rigor de un rosario o de un padre nuestro o el ingreso de algún pariente desbocado que grita o hace cualquier comentario en un tono más alto al acostumbrado en estos eventos.

Cuando la tía Mery llega a la sala de velación, hace un barrido de vista y no encuentra a nadie conocido, pero de acuerdo a su costumbre se acerca al ataúd y toma en sus manos una camándula de gran tamaño, algunos dolientes la miran con cierta extrañeza, seguramente se preguntaban porque esa señora tan espontáneamente y sin pedir ninguna autorización toma la iniciativa de iniciar con el rezo.  Aunque algunas de las personas desde sus asientos desaprueban con su gesto, ella sigue adelante y está a punto de entonar la oración, cuando su esposo mucho más prudente, la detiene con una mano.  Ella lo mira molesta, pero él le dice en voz baja que ahí no hay nadie conocido, que tal vez esa no es la sala.  Ella insiste y se acerca un tanto presurosa al catafalco y con presteza levanta la ventanita por donde se puede observar el rostro del difunto.  Lo mira detenidamente y termina aceptando que su esposo tiene razón, ese rostro pálido y tieso no le recuerda al de su hermano.  Bueno, aunque la muerte a veces desfigura, llega a pensar.

Nuevamente es interrumpida ya no por su esposo, sino por una hermana de su cuñada que la toma con cuidado del codo y la dirige hacía la puerta. 

Le dice: Doña Mery, el velorio es allí en la otra sala- Ella con un gesto de tranquilidad camina seguida de su esposo hacía donde se dirige la mujer a la que empieza a traer a su memoria de tiempos remotos.    Su esposo se le acerca y le dice: Si vio que ahí no era.

Si, si- responde ella -yo si vi que mi hermano quedó muy distinto.

Entre risas la cuñada aclara e interviene en la conversación.  Doña Mery es que en esa sala estaban velando una mujer.

A pesar de lo lúgubre del lugar, las carcajadas ahogadas fueron incontenibles.

 

 

 

 

 

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