Tertulia Literaria La Metamorfosis

Tertulia Literaria La Metamorfosis

sábado, 19 de septiembre de 2020

 

El amor en los tiempos del coronavirus

Vanesa Mendoza

 

 

Anoche al teléfono, me dijo que la podía identificar  porque llegaría vestida con una blusa roja de tela de encaje, un pantalón negro ceñido al cuerpo, unos botines de charol y un tapabocas negro con perlas plateadas. Y yo la esperaría con mi chaqueta negra de cuero, overol azul, y por si acaso, bóxeres nuevos, un par de condones, un chicle de menta para prevenir una halitosis por los nervios, aunque con el tapabocas, ni se notaría, y claro, empapado de loción de pies a cabeza. No hay que olvidar que el olfato, es un órgano sexual poderoso.  En su visita a la ciudad, acordamos que nos veríamos en el Juan Valdez del cable, un lugar abierto sin tanta gente aglomerada, y por el asunto del covid era menos riesgoso, ya saben, por la cercanía y esas precauciones que mandan los de salud para evitar la propagación. Pero, y si es de las personas que llaman asintomáticos ¡oh, mierda!, pero ya está decidido,  no me podía echar para tras, y me sentía como un animal hambriento. Nos tenemos muchas ganas y eso es lo que importa, si he de morir con el pipí parado, que así sea.

 La verdad, nunca la he visto personalmente, bueno, no nos hemos visto cara a cara. Nos conocimos por redes sociales, como a mucha gente le sucede, y por la vaina del covid, tenía que trabajar en el computador desde casa más tiempo. Un día, hice una publicación en redes sociales, y ella, le hizo un comentario, después fui yo, y después ella, parecíamos en una especie de juego de pin-pon. La cuestión es que, no sé, por qué, terminamos conversando en el chat del Facebook. Todo comenzó por un “hola” “¿Cómo estás?” diálogos muy cortos. Después se fueron transformando en temas de  política, en el compartíamos nuestras críticas y encontramos muchas afinidades en asuntos del intelecto, posteriormente, empezamos a preguntarnos por nuestras vidas,  lo que nos gustaba y lo que no, lo que nos encantaba y apasionaba, nuestros sueños materiales y profesionales. Le conté que había estudiado ingeniería de sistemas en la nacho, pero me gustaba leer asuntos  de política y cultura. Casualmente, compartíamos los mismos gustos musicales, rock clásico y grupos alternativos, como: Queen,  David Bowie, Depeche Mode, the pólice, etc. La primera canción que le dediqué, fue una de Soda Estereo; “corazón delator” para darle indicios de mis impulsos, y ella, en un mensaje, me puso “signos” acompañado de un verso de la canción “me amas a oscuras, duermes envuelto en redes…” . Con el tiempo, fuimos tomando confianza y la confianza se fue convirtiendo en algo más, en algo más que en unos intercambios de conocimientos y cultura. Ella en Bogotá y yo en Manizales. Conversábamos hasta altas horas de la noche o en la mañana para darme los buenos días, todo por escrito. El día que no lo hacía, la extrañaba profundamente, no le decía nada, para no parecer un intenso. Hasta el día que nos confesamos, ella empezó:

 -no sé, pero, creo que me gustas. Bueno si, me gustas.

-  Tú también me atraes y bastante.-le dije.

- Esto es como raro, ¿No crees?

-Algo, pero es un experiencia bacana.

Y fue cuando decidimos darnos nuestros números;  por primera vez escuché la melodía de su voz, era suave pero firme, era suelta y segura de sí misma; eso me encantó. Hasta el día en que perdimos el pudor, trascendimos al paraíso.  Un flujo de palabras obscenas nos poseía. Yo la imaginaba mientras que mi cuerpo era un escenario de voluptuosidades, no una batalla de cuerpo a cuerpo, sino de mano, cuerpo y sudores; todo era un tócate aquí, pasa tu mano por allá, acaríciate en este lugar. A veces, me tenía que encerrar en el baño con el cuerpo lleno de pasión, sudoroso  y excitado, obviamente, para no delatarme en casa. Y no faltaba el impertinente:

 - Juan, ¿Por qué tanto tiempo encerrado en el baño, qué tienes?

- ¡Es que ahora uno no puede cagar en paz o qué! – le gritaba.

   En ocasiones, me hablaba de su ropa interior, y como se iba desvistiendo, o que espacio de su cuerpo se acariciaba y aunque no la podía abraza ni besar, nuestra imaginación era el punto de encuentro. Nos preguntábamos mutuamente, que si algún día nos viéramos, qué le hariamos el uno al otro: en la cama, en el suelo o en una mesa. Los días en que la llamaba a media noche,  le pedía que se masturbara mientras me la jalaba, bajo las cobijas. A veces, los días en que no la escuchaba  me daba el desespero, iba a la ventana a fumarme un cigarro, escuchar música con el celular y los auriculares, y pensaba; que esa luna a la que veía, era la misma que la iluminaba. Y cuando el gobierno dió luz verde para los viajes, ella decidió venir hasta acá, iremos a un lugar fuera de la ciudad, rodeado de naturaleza y montaña. Me acaba de llamar, ya viene en camino. 

 

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