Tertulia Literaria La Metamorfosis

Tertulia Literaria La Metamorfosis

sábado, 19 de septiembre de 2020

 

El amor en los tiempos del coronavirus

Vanesa Mendoza

 

 

Anoche al teléfono, me dijo que la podía identificar  porque llegaría vestida con una blusa roja de tela de encaje, un pantalón negro ceñido al cuerpo, unos botines de charol y un tapabocas negro con perlas plateadas. Y yo la esperaría con mi chaqueta negra de cuero, overol azul, y por si acaso, bóxeres nuevos, un par de condones, un chicle de menta para prevenir una halitosis por los nervios, aunque con el tapabocas, ni se notaría, y claro, empapado de loción de pies a cabeza. No hay que olvidar que el olfato, es un órgano sexual poderoso.  En su visita a la ciudad, acordamos que nos veríamos en el Juan Valdez del cable, un lugar abierto sin tanta gente aglomerada, y por el asunto del covid era menos riesgoso, ya saben, por la cercanía y esas precauciones que mandan los de salud para evitar la propagación. Pero, y si es de las personas que llaman asintomáticos ¡oh, mierda!, pero ya está decidido,  no me podía echar para tras, y me sentía como un animal hambriento. Nos tenemos muchas ganas y eso es lo que importa, si he de morir con el pipí parado, que así sea.

 La verdad, nunca la he visto personalmente, bueno, no nos hemos visto cara a cara. Nos conocimos por redes sociales, como a mucha gente le sucede, y por la vaina del covid, tenía que trabajar en el computador desde casa más tiempo. Un día, hice una publicación en redes sociales, y ella, le hizo un comentario, después fui yo, y después ella, parecíamos en una especie de juego de pin-pon. La cuestión es que, no sé, por qué, terminamos conversando en el chat del Facebook. Todo comenzó por un “hola” “¿Cómo estás?” diálogos muy cortos. Después se fueron transformando en temas de  política, en el compartíamos nuestras críticas y encontramos muchas afinidades en asuntos del intelecto, posteriormente, empezamos a preguntarnos por nuestras vidas,  lo que nos gustaba y lo que no, lo que nos encantaba y apasionaba, nuestros sueños materiales y profesionales. Le conté que había estudiado ingeniería de sistemas en la nacho, pero me gustaba leer asuntos  de política y cultura. Casualmente, compartíamos los mismos gustos musicales, rock clásico y grupos alternativos, como: Queen,  David Bowie, Depeche Mode, the pólice, etc. La primera canción que le dediqué, fue una de Soda Estereo; “corazón delator” para darle indicios de mis impulsos, y ella, en un mensaje, me puso “signos” acompañado de un verso de la canción “me amas a oscuras, duermes envuelto en redes…” . Con el tiempo, fuimos tomando confianza y la confianza se fue convirtiendo en algo más, en algo más que en unos intercambios de conocimientos y cultura. Ella en Bogotá y yo en Manizales. Conversábamos hasta altas horas de la noche o en la mañana para darme los buenos días, todo por escrito. El día que no lo hacía, la extrañaba profundamente, no le decía nada, para no parecer un intenso. Hasta el día que nos confesamos, ella empezó:

 -no sé, pero, creo que me gustas. Bueno si, me gustas.

-  Tú también me atraes y bastante.-le dije.

- Esto es como raro, ¿No crees?

-Algo, pero es un experiencia bacana.

Y fue cuando decidimos darnos nuestros números;  por primera vez escuché la melodía de su voz, era suave pero firme, era suelta y segura de sí misma; eso me encantó. Hasta el día en que perdimos el pudor, trascendimos al paraíso.  Un flujo de palabras obscenas nos poseía. Yo la imaginaba mientras que mi cuerpo era un escenario de voluptuosidades, no una batalla de cuerpo a cuerpo, sino de mano, cuerpo y sudores; todo era un tócate aquí, pasa tu mano por allá, acaríciate en este lugar. A veces, me tenía que encerrar en el baño con el cuerpo lleno de pasión, sudoroso  y excitado, obviamente, para no delatarme en casa. Y no faltaba el impertinente:

 - Juan, ¿Por qué tanto tiempo encerrado en el baño, qué tienes?

- ¡Es que ahora uno no puede cagar en paz o qué! – le gritaba.

   En ocasiones, me hablaba de su ropa interior, y como se iba desvistiendo, o que espacio de su cuerpo se acariciaba y aunque no la podía abraza ni besar, nuestra imaginación era el punto de encuentro. Nos preguntábamos mutuamente, que si algún día nos viéramos, qué le hariamos el uno al otro: en la cama, en el suelo o en una mesa. Los días en que la llamaba a media noche,  le pedía que se masturbara mientras me la jalaba, bajo las cobijas. A veces, los días en que no la escuchaba  me daba el desespero, iba a la ventana a fumarme un cigarro, escuchar música con el celular y los auriculares, y pensaba; que esa luna a la que veía, era la misma que la iluminaba. Y cuando el gobierno dió luz verde para los viajes, ella decidió venir hasta acá, iremos a un lugar fuera de la ciudad, rodeado de naturaleza y montaña. Me acaba de llamar, ya viene en camino. 

 

 

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVIT

María Alixon Botero

Nunca como ahora me he detenido a pensar como se aman los musulmanes, porque la puerta de entrada del amor es el rostro y con el hiyab​ dejando cuando mucho los ojos a la vista, el amor se vuelve más una decisión o una necesidad. Es casi increíble que un pueblo con una sensualidad tan grande lo  restrinja al misterio y la voluptuosidad del movimiento, porque condena el rostro al enigma.

Los tapabocas o mascarillas igualmente dejan poco a la vista y además ayudan a fabricar imágenes distorsionadas de las personas. Cuando por ejemplo vemos un rostro cubierto y tan solo acompañado de una mirada, que por lo demás si no es muy impactante, poco deja a la complacencia, construimos una imagen ajustada al deseo o la imaginación y si por alguna razón vemos el rostro completo, generalmente no coincide con nuestra imaginación, dejando una triste experiencia y un vacío que busca llenarse de algún modo, fabricando nuevos prototipos.

Pero volviendo al amor, quien tenga ojos pequeños, sea oriental o esté enfermo de alguna infección óptica, estará en minusvalía para el tema del amor. Porque si su mirada no habla, poco más hay que ver y tampoco hay con que impactar. Aunque quienes más me han llamado la atención son los visitantes consuetudinarios de moteles. El amor en el tiempo del covit debe tener una asepsia y unas condiciones de distancia social que requiere o de un órgano muy bien dotado, o de una gran dosis de indisciplina social, porque como amarse, como fundirse sin tocarse. O de lo contrario a qué se puede ir a un motel. No será a hacer una oración en conjunto o a pedir la clemencia de dios por la especie humana. Lo que me causa más gracia es verlos entrar o salir con sus tapabocas cubriéndoles todo el rostro y protegiéndolos de los males de los virus asesinos, para entrar a acabar con todas las precauciones y desnudar sus cuerpos y sus temores.

El amor es estos tiempos es un amor mediado por la salud pública, pero nunca como antes ha habido un gusto más dulce en romper la norma, en cortar con la prohibición y dejarse llevar por la pasión y el minuto cósmico del placer, para volver al temor cotidiano de la muerte en estos tiempos en que todos estamos puestos en fila esperando que llegue la parca de manera selectiva a escoger  de entre todos, el que seguramente menos ha roto la norma, el que menos se ha perdido entre la piel ajena y entre el que menos ha decidido vivir antes de morir.

 

 

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Velorio Equivocado Anecdota

 

Velorio Equivocado

María Alixon Botero

Había muerto su hermano mayor, un hecho esperado, pero igualmente lamentable. El velorio, un ritual necesario para dilatar la pérdida y dar espacio al corazón de sacar todo el dolor que le produce la pérdida, derramar incontables lágrimas y recibir los saludos de condolencia y conmiseración.

Aunque, cuando el difunto ha estado enfermo por un largo tiempo, su condición lamentable en el centro hospitalario y la posibilidad de curación muy remota, el velorio como tal es un evento tranquilo y hasta ameno, porque se encuentran vecinos, familiares y amigos largamente ignorados, no visitados e incluso olvidados.  Por lo que la ocasión resulta muy agradable para ponerse al día, repasar los últimos sucesos como nacimientos, matrimonios, divorcios, éxitos económicos y laborales y también fracasos.  Remojado con un tinto o una aromática insípida, la conversación fluye copiosa.

Solo se ve interrumpida con los rezos de rigor de un rosario o de un padre nuestro o el ingreso de algún pariente desbocado que grita o hace cualquier comentario en un tono más alto al acostumbrado en estos eventos.

Cuando la tía Mery llega a la sala de velación, hace un barrido de vista y no encuentra a nadie conocido, pero de acuerdo a su costumbre se acerca al ataúd y toma en sus manos una camándula de gran tamaño, algunos dolientes la miran con cierta extrañeza, seguramente se preguntaban porque esa señora tan espontáneamente y sin pedir ninguna autorización toma la iniciativa de iniciar con el rezo.  Aunque algunas de las personas desde sus asientos desaprueban con su gesto, ella sigue adelante y está a punto de entonar la oración, cuando su esposo mucho más prudente, la detiene con una mano.  Ella lo mira molesta, pero él le dice en voz baja que ahí no hay nadie conocido, que tal vez esa no es la sala.  Ella insiste y se acerca un tanto presurosa al catafalco y con presteza levanta la ventanita por donde se puede observar el rostro del difunto.  Lo mira detenidamente y termina aceptando que su esposo tiene razón, ese rostro pálido y tieso no le recuerda al de su hermano.  Bueno, aunque la muerte a veces desfigura, llega a pensar.

Nuevamente es interrumpida ya no por su esposo, sino por una hermana de su cuñada que la toma con cuidado del codo y la dirige hacía la puerta. 

Le dice: Doña Mery, el velorio es allí en la otra sala- Ella con un gesto de tranquilidad camina seguida de su esposo hacía donde se dirige la mujer a la que empieza a traer a su memoria de tiempos remotos.    Su esposo se le acerca y le dice: Si vio que ahí no era.

Si, si- responde ella -yo si vi que mi hermano quedó muy distinto.

Entre risas la cuñada aclara e interviene en la conversación.  Doña Mery es que en esa sala estaban velando una mujer.

A pesar de lo lúgubre del lugar, las carcajadas ahogadas fueron incontenibles.

 

 

 

 

 

Miseria y el Diablo Adaptación

 

MISERIA Y EL DIABLO
Adaptación María Alixon Botero

-Esto era en tiempo de nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles.»

 

Quedé un rato a la espera. Don Segundo nos dejaba caer, así, en un reino de ficción. Íbamos a vivir en el hilo de un relato. Saldríamos de una parte a otra. ¿De dónde para dónde?

 

«-Nuestro Señor, que asigún dicen jue el creador de la bondá, sabía andar de pueblo en pueblo y de rancho en rancho, por Tierra Santa, enseñando el Evangelio y curando con palabras. En estos viajes, lo llevaba de asistente a San Pedro, al que lo quería muy mucho, por creyente y servicial.

 

»Cuentan que en uno de esos viajes, que por demás veces eran duros como los del resero, como jueran por llegar a un pueblo, a la mula en que iba nuestro Señor, se le perdió una herradura y dentró a manquiar.

 

»-Fijate -le dijo nuestro Señor a San Pedro- si no ves una herrería, que ya estamos dentrando al poblao.

 

»San Pedro, que iba mirando con atención, divisó un rancho viejo de paredes rajadas, que tenía encima de la puerta un letrero que decía: 'ERRERÍA'. Sobre el pucho, se lo contó al Maistro y pararon delante del corralón.

 

»-Ave María -gritaron. Y junto con un cuzquito ladrador, salió un anciano harapiento que los convidó a pasar.

 

»-Güenas tardes -dijo Nuestro Señor-. ¿Podrías herrar mi mula que ha perdido la herradura de una mano?

 

»-Apiensén y pasen adelante -contestó el viejo-. Voy a ver si puedo servirlos.

 

»Cuando, ya en la pieza, se acomodaron sobre unas sillas de patas quebradas y torcidas, Nuestro Señor le preguntó al herrero:

 

»-¿Y cuál es tu nombre?

 

»-Me llaman Miseria -respondió el viejo, y se jue a buscar lo necesario pa servir a los forasteros.

 

»Con mucha pasencia anduvo este servidor de Dios, olfateando en sus cajones y sus bolsas, sin hallar nada. Acobardao iba a golverse pa pedir disculpa a los que estaban esperando, cuando regolviendo con la bota un montón de basuras y desperdicios, vido una argolla de plata, grandota.

 

»-¿Qué haceh'aquí vos? -le dijo, y recogiéndola se jue pa donde estaba la fragua, prendió el juego, reditió la argolla, hizo a martillo una herradura y se la puso a la mulita de Nuestro Señor. ¡Viejo sagaz y ladino!

 

»-¿Cuánto te debemos, güen hombre? -preguntó Nuestro Señor.

 

»Miseria lo miró bien de arriba abajo y, cuando concluyó de filiarlo, le dijo:

 

»-Por lo que veo, ustedes son tan pobres como yo. ¿Qué diantre les vi a cobrar? Vayan en paz por el mundo, que algún día tal vez Dios me lo tenga en cuenta.

 

»-Así sea -dijo Nuestro Señor y, después de haberse despedido, montaron los forasteros en sus mulas y salieron al sobrepaso.

 

»Cuando iban ya retiraditos, le dice a Jesús este San Pedro, que debía ser medio lerdo:

 

»-Verdá, Señor que somos desagradecidos. Este pobre hombre nos ha herrao la mula con una herradura'e plata, no noh'a cobrao nada por más que es repobre, y nohotros los vamos sin darle siquiera una prenda de amistá.

 

»-Decís bien -contestó Nuestro Señor-.Volvamos hasta su casa pa concederle tres gracias, que él elegirá a su gusto.

 

»Cuando Miseria los vido llegar de vuelta, creyó que se había desprendido la herradura y los hizo pasar como endenantes. Nuestro Señor le dijo a qué() venían y el hombre lo miró de soslayo, medio con ganitas de rairse, medio con ganitas de disparar.

 

»-Pensá bien -dijo Nuestro Señor- antes de hacer tu pedido.

 

»San Pedro, que se había acomodao atrás de Miseria, le sopló:

 

»-Pedí el Paraíso.

 

»-Cayate viejo -le contestó por lo bajo Miseria, pa después decirle a Nuestro Señor:

 

»-Quiero que el que se siente en mi silla, no se pueda levantar della sin mi permiso.

 

»-Concedido -dijo Nuestro Señor-. ¿A ver la segunda gracia? Pensala con cuidao.

 

»-Pedí el Paraíso -golvió a soplarle de atrás San Pedro.

 

»-Cayate viejo metido -le contestó por lo bajo Miseria, pa después decirle a Nuestro Señor:

 

»-Quiero que el que suba a mis nogales, no se pueda bajar dellos sin mi permiso.

 

»-Concedido -dijo Nuestro Señor-. Y aura, la tercera y última gracia. No te apurés.

 

»¡Pedí el Paraíso, porfiao! -le sopló de atrás San Pedro.

 

»-¿Te quedrás callar viejo idiota? -le contestó Miseria enojao, pa después decirle a Nuestro Señor:

 

»-Quiero que el que se meta en mi tabaquera no pueda salir sin mi permiso.

 

»-Concedido -dijo Nuestro Señor y, después de despedirse se jue.

 

»Ni bien Miseria quedó solo, comenzó a cavilar y, poco a poco, jue dentrándole rabia de no haber sabido sacar más ventaja de las tres gracias concedidas.

 

»También, seré sonso -gritó, tirando contra el suelo el chambergo-. Lo que es, si aurita mesmo se presentara el demonio, le daría mi alma con tal de poderle pedir veinte años de vida y plata a discreción.

 

»En ese mesmo momento, se presentó a la puerta'el rancho un caballero que le dijo:

 

»-Si querés, Miseria, yo te puedo presentar un contrato, dándote lo que pedís.

 

Y ya sacó un rollo de papel con escrituras y numeritos, lo más bien acondicionao, que traiba en el bolsillo. Y allí las leyeron juntos a las letras y, estando conformes en el trato, firmaron los dos con mucho pulso, arriba de un sello que traiba el rollo.»

 

-¡Reventó la yegua el lazo! -comenté.

 

-Aura verás, dejáte estar callao pa aprender como sigue el cuento.

 

¡Miramos alrededor, la noche, como para no perder contacto con nuestra existencia actual, y mi padrino prosiguió:

 

«-Ni bien el Diablo se jue y Miseria quedó solo, tantió la bolsa de oro que le había dejao Mandinga, se miró en el bañadero de los patos, donde vido que estaba mozo, y se jue al pueblo pa comprar ropa, pidió pieza en la fonda como Señor, y durmió esa noche contento.

 

»¡Amigo!, había de ver como cambió la vida deste hombre. Terció con príncipes y gobernadores y alcaldes, jugaba como nenguno en las carreras, viajó por todo el mundo, tuvo trato con hijas de Reyes y Marqueses...

 

»Pero, bien dicen que pronto se pasan los años cuando se emplean de este modo, de suerte que se cumplió el año vegísimo y, en un momento casual, en que Miseria había venido a rairse de su rancho, se presentó el diablo con el nombre del caballero Lilí, como vez pasada, y peló el contrato pa exigir que se le pagara lo convenido.

 

»Miseria, que era hombre honrao, aunque medio tristón, le dijo a Lilí que lo esperara, que iba a lavarse y ponerse güena ropa pa presentarse al Infierno, como era debido. Así lo hizo, pensando que al fin todo laso se corta y que su felicidá había terminao.

 

»Al golver lo halló a Lilí, sentao en su silla, aguardando con pasencia.

 

»-Ya estoy acomodao -le dijo-, ¿vamos yendo?

 

»-¡Cómo hemos de irnos -contestó Lilí- si estoy pegao en esta silla como por un encanto!

 

»Miseria se acordó de las virtudes que le había concedido el hombre'e la mula y le dentró una risa tremenda.

 

»-¡Enderezate pues maula, si sos diablo! le dijo a Lilí.

 

»Al ñudo este hizo bellaquear la silla. No pudo alzarse ni un chiquito y sudaba, mirándolo a Miseria.

 

»-Entonces -le dijo el que jue herrero- si querés dirte, firmame otros veinte años de vida y plata a discreción.

 

»El demonio hizo lo que le pedía Miseria, y este le dio permiso pa que se juera.

 

»Otra vez el viejo, remosao y platudo, se golvió a correr mundo: terció con príncipes y manates, gastó plata como naides, tuvo trato con hijas de Reyes y de comerciantes juertes...

 

»Pero los años, pa'l que se divierte, juyen pronto, de suerte que, cumplido el vegísimo, Miseria quiso dar fin cabal a su palabra y rumbió al pago de su herrería.

 

»A todo esto Lilí, que era medio lenguaraz y alcahuete, había contao en los infiernos el encanto'e la silla.

 

»-Hay que andar con ojo alerta -había dicho Lucifer-. Ese viejo está protegido y es ladino. Dos serán los que lo van a buscar al fin del trato.

 

»Por esto jue que al apiarse en el rancho, Miseria vido que lo estaban esperando dos hombres, y uno de ellos era Lilí.

 

»-Pasen adelante; sientensén -les dijo- mientras yo me lavo y me visto, pa dentrar al Infierno como es debido.

 

»-Yo no me siento -dijo Lilí.

 

»-Como quieran. Pueden pasar al patio y bajar unas nueces, que seguramente serán las mejores que habrán comido en su vida de Diablos.

 

»Lilí no quiso saber nada pero, cuando se hallaron solos, su compañero le dijo que iba a dar una güelta por debajo de los nogales, a ver si podía recoger del suelo alguna nuez caída y probarla. Al rato no más golvió, diciendo que había hallao una yuntita y que, en comiéndolas, naide podía negar que jueran las más ricas del mundo.

 

»Juntos se jueron p'adentro y comenzaron a buscar sin hallar nada.

 

»Pa esto, al diablo amigo de Lilí se le había calentao la boca y dijo que se iba a subir a la planta, pa seguir pegándole al manjar. Lilí le alvirtió que había que desconfiar, pero el goloso no hizo caso y subió a los árboles, donde comenzó a tragar sin descanso, diciéndole de tiempo en tiempo:

 

»-¡Cha que son güenas! ¡Cha que son güenas!

 

»-Tirame unas cuantas -le gritó Lilí, de abajo.

 

»-Allá va una -dijo el de arriba.

 

»-Tirame otras cuantas -golvió a pedirle Lilí, ni bien se comió la primera.

 

»-Estoy muy ocupao -le contestó el tragón-. Si querés más, subite al árbol.

 

»Lilí, después de cavilar un rato se subió.

 

»Cuando Miseria salió de la pieza y vido a los dos diablos en el nogal, le dentró una risa tremenda.

 

»-Aquí estoy a su mandao -les gritó-.Vamos cuando ustedes gusten.

 

»-Es que no nos podemoh'abajar -le contestaron los diablos, que estaban como pegaos a las ramas.

 

»-Lindo -les dijo Miseria- entonces firmenmén otra vez el contrato, dándome otros veinte años de vida y plata a discreción.

 

»Los diablos hicieron lo que Miseria les pedía y este les dio permiso pa que bajaran.

 

»Miseria golvió a correr mundo y terció con gente copetuda y tiró plata y tuvo amores con damas de primera...

 

»Pero los años dentraron a disparar, como endenantes, de suerte que al llegar el año vegísimo, Miseria, queriendo dar pago a su deuda, se acordó de la herrería en que había sufrido.

 

»A todo esto, los diablos en el Infierno le habían contao a Lucifer lo sucedido y éste, enojadazo, les había dicho:

 

»-¡Canejo! ¿No les previne de que anduvieran con esmero, porque ese hombre era por demás ladino? Esta güelta que viene, vamoh'a dir toditos a ver si se nos escapa.

 

»Por esto jue que Miseria, al llegar a su rancho, vido más gente riunida que en una jugada'e taba. Pero esa gente, acomodada como un ejército, parecían estar a la orden de un mandón con corona. Miseria pensó que el mesmito Infierno se había mudao a su casa y llegó, mirando como pato el arriador, a esa pueblada de diablos. 'Si escapo desta -se dijo- en fija que ya nunca la pierdo.' Pero haciéndose el muy templao, preguntó a aquella gente:

 

»-¿Quieren hablar conmigo?

 

»-Sí -contestó juerte el de la corona.

 

»-A usté -le retrucó Miseria- no le he firmao contrato nenguno, pa que venga tomando velas en este entierro.

 

»-Pero me vah'a seguir -gritó el coronao-, porque yo soy el Ray de loh'Infiernos.

 

»-¿Y quién me da el certificao? -alegó Miseria-. Si usté es lo que dice, ha de poder hacer de fijo, que todos los diablos dentren en su cuerpo y golverse una hormiga.

 

»Otro hubiera desconfiao, pero dicen que a los malos los sabe perder la rabia y el orgullo, de modo que Lucifer, ciego de juror, dio un grito y en el momento mesmo, se pasó a la forma de una hormiga, que llevaba adentro a todos los demonios del Infierno.

 

»Sin dilación, Miseria agarró el bichito que caminaba sobre los ladrillos del piso, lo metió en su tabaquera, se jue a la herrería, la colocó sobre el yunque y, con un martillo, se arrastró a pegarle con todita el alma, hasta que la camiseta se le empapó de sudor.

 

»Entonces, se refrescó, se mudó y salió a pasiar por el pueblo.

 

»¡Bien haiga, viejito sagás! Todos los días, colocaba la tabaquera sobre el yunque y le pegaba tamaña paliza, hasta empapar la camiseta, pa después salir a pasiar por el pueblo.

 

»Y así se jueron los años.

 

»Y resultó que ya en el pueblo, no hubo peleas, ni plaitos, ni alegaciones. Los maridos no las castigaban a las mujeres, ni las madres a los chicos. Tíos, primos y entenaos se entendían como Dios manda; no salía la viuda, ni el chancho; no se vían luces malas y los enfermos sanaron todos; los viejos no acababan de morirse y hasta los perros jueron virtuosos. Los vecinos se entendían bien, los baguales no corcoviaban más que de alegría y todo andaba como reló de rico. Qué, si ni había que baldiar los pozos por que toda agua era güena».

 

-¡Ahahá! -apoyé alegremente.

 

-Sí -arguyó mi padrino-, no te me andeh'apurando.

 

»Ansina como no hay caminos sin repechos, no hay suerte sin desgracias, y vino a suceder que abogaos, procuradores, jueces de paz, curanderos, médicos y todos los que son autoridá y viven de la desgracia y vicios de la gente, comenzaron a ponerse charcones de hambre y jueron muriendo.

 

»Y un día, asustaos, los que quedaban de esta morralla se endilgaron pa lo del Gobernador, a pedirle ayuda por lo que les sucedía. Y el Gobernador, que también dentraba en la partida de los castigaos, les dijo que nada podía remediar y les dio una plata del Estao, alvirtiéndoles que era la única vez que lo hacía, porque no era obligación del Gobierno el andarlos ayudando.

 

»Pasaron unos meses y ya, los procuradores, jueces y otros bichos iban mermando por haber pasao los más a mejor vida, cuando uno dellos, el más pícaro, vino a maliciar la verdá y los invitó a todos a que golvieran a lo del Gobernador, dándoles promesa de que ganarían el plaito.

 

»Así jue. Y cuando estuvieron frente al manate, el procurador le dijo a Sueselencia que todah'esas calamidades sucedían, porque el herrero Miseria tenía encerraos en su tabaquera a los Diablos del Infierno.

 

»Sobre el pucho, el mandón lo mandó trair a Miseria y, en presencia de todos, le largó un discurso:

 

»-¿Ahá, sos vos? ¡bonito andás poniendo al mundo con tus brujerías y encantos, viejo indino! Aurita vah'a dejar las cosas como estaban, sin meterte a redimir culpas ni castigar diablos. ¿No ves que siendo el mundo como es no puede pasarse del mal y que las leyes y lah'enfermedades y todos los que viven d'ellas, que son muchos, precisan de que los diablos anden por la tierra? En este mesmo momento vah'al trote y largas loh'Infiernos de tu tabaquera.

 

»Miseria comprendió que el Gobernador tenía razón, confensó la verdá y jue pa su casa pa cumplir lo mandao.

 

»Ya estaba por demás viejo y aburrido del mundo, de suerte que irse dél poco le importaba.

 

»En su rancho, antes de largar los diablos, puso la tabaquera en el yunque, como era su costumbre, y por última vez le dio una güena sobada, hasta que la camiseta quedó empapada de sudor.

 

»-¿Si yo los largo van a andar embromando por aquí? -les preguntó a los mandingas.

 

»-No, no -gritaban éstos de adentro-. Larganos y te juramos no golver nunca por tu casa.

 

»Entonces Miseria abrió la tabaquera y los lisenció pa que se jueran.

 

»Salió la hormiguita y creció hasta ser el Malo. Comenzaron a brotar del cuerpo de Lucifer todos los demonios y redepente, en( un tropel, tomó esta diablada por esas calles de Dios, levantando una polvadera como nube'e tormenta.

 

»Y aura viene el fin:

 

»Ya Miseria estaba en las últimas humeadas del pucho, porque a todo cristiano le llega el momento de entregar la osamenta y él bastante la había usao.

 

»Y Miseria, pensando hacerlo mejor, se jue a echar sobre sus jergas a esperar la muerte. Allá, en su piecita de pobre, se halló tan aburrido y desganao, que ni se levantaba siquiera pa comer ni tomar agua. Despacito no más se jue consumiendo, hasta que quedó duro y como secao por los años.

 

»Y aura es que, en habiendo dejao el cuerpo pa los bichos, Miseria pensó lo que le quedaba por hacer y, sin dilación porque no era sonso, el hombre enderezó pa'l Cielo y después de un viaje largo, golpió en la puerta deste.

 

»Cuantito se abrió la puerta, San Pedro y Miseria se reconocieron, pero al viejo pícaro no le convenían esos recuerdos y, haciéndose el chancho rengo, pidió permiso pa pasar.

 

»-¡Hm! -dijo San Pedro-. Cuando yo estuve en tu herrería con Nuestro Señor, pa concederte tres gracias, te dije que pidieras el paraíso y vos me contestaste: 'Callate viejo idiota'. Y no es que te la guarde, pero no puedo dejarte pasar aura, porque en habiéndote ofrecido tres veceh'el Cielo, vos te negaste a acetarlo.

 

»Y como ahí no más el portero del Paraíso cerró la puerta, Miseria, pensando que de dos males hay que elegir el menos pior, rumbió pa'l Purgatorio a probar como andaría.

 

»Pero amigo, allí le dijeron que sólo podían dentrar las almas destinadas al cielo y que como él nunca podría llegar a esa gloria, por haberla desnegao en la oportunidá, no podían guardarlo. Las penas eternas le tocaban cumplirlas en el Infierno.

 

»Y Miseria enderezó al Infierno y golpió en la puerta, como antes golpiaba en la tabaquera sobre del yunque, haciendo llorar los diablos. Y le abrieron pero, qué rabia no le daría cuando se encontró cara a cara con el mesmo Lilí.

 

»-¡Maldita mi suerte -gritó-, que andequiera he de tener conocidos!

 

»Y Lilí, acordándose de las palizas, salió que quemaba, con la cola como bandera'e comisaría, y no paró hasta los pieses mesmo de Lucifer, al que contó quién estaba de visita.

 

»Nunca los diablos se habían pegao tan tamaño susto y el mesmito Ray de los Infiernos, recordando también el rigor del martillo, se puso a gritar como gallina culeca, ordenando que cerraran bien toditas las puertas, no juera a dentrar semejante cachafaz.

 

»Ahí quedó Miseria, sin dentrada a ningún lao porque ni en el cielo, ni en el Purgatorio, ni en el Infierno lo querían como socio y dicen que es por eso que, dende entonces, Miseria y Pobreza son cosas de este mundo y nunca se irán a otra parte, porque en ninguna quieren almitir su existencia.»

 

RICARDO GUIRALES DON SEGUNDO SOMBRA

EN LA PELÍCULA ES EL MINUTO 57

PERSONAJES

NARRADOR

MISERIA

JESUS

SAN PEDRO

3 DIABLOS

REYES Y PRINCESAS SIN TEXTO

GOBERNADOR

 

 

 

Los Ojos son para ver

 

Los ojos son para ver.

 Maria Alixon Botero 

Los oídos para escuchar.

 

La nariz es para oler.

 

Las manos para tocar.

 

 

Y la boca para saborear.

Cinco sentidos, cinco sentidos, cinco sentidos.

 

 

Mi camiseta Blanca

María Alixon Botero

Cuando hace frío y tengo que limpiar a mi camiseta, deseo que ella tome la decisión de tirarse como en un día de playa, se dé un chapuzón, se restriegue con fuerza en las axilas y en la panza y finalmente, me de tres silbidos para que la coloque a secar metida en un gancho de ropa. Pero cuando llego a la realidad, mi camiseta resulta friolenta, no le gusta bañarse y tengo que librar una batalla campal para poder lavarla. Mi camiseta blanca ha cobrado vida, ahora es Blanca. Me dice que caliente un poco el agua, lo hago para complacerla, porque de lo contrario se enrolla y no puedo verle los bordes manchados de negro. Me exige que la inscriba en un curso de natación porque quiere bañarse sola. Le molesta que use el cepillo de manera violenta y desesperada. Quiere dejar que el agua entre por sus aberturas para convertirse en un globo de largo alcance. Se siente la ballena Blanca, que nada en las profundidades del mar. Otras veces quiere ser liviana para que el aire cruce por sus cuatro puntas y ser la gaviota Blanca que mira el mar desde las alturas.

Mi camiseta Blanca se ha enamorado de un bluyín azul de trabajo, pesado, que no se mueve del tendedero y aunque ella le coquetea, lo acaricia, se mece con la brisa y aprovecha para acercarse, él es indiferente. Pero Blanca no desiste, aprovecha cuando la recojo y con disimulo se acuesta sobre el bluyín, sutilmente. Él empieza a hacerle caso, quien soporta esa tentación. El pasado lunes, les tocó lavado a los dos, alcancé a ver como tímidamente el bluyín acercaba su abertura a Blanca, ella se hacía la loca para que nadie notara sus oscuras intenciones. ¡Ay mi Blanquita!

 

 

Estrategia lectora el Conejito que salió a pasear

 

    El CONEJITO QUE SALIÓ A PASEAR

 

La lectura se inicia preguntando “¿Veo, veo, ¿qué ves?

Los niños deben responder un conejito. Se les dice a los niños que deben cantar una canción para que el conejito les cuente el cuento:

 

https://www.youtube.com/watch?v=N7ljzWjLmjo CANCIÓN UN CONEJITO MUY PICARÓN

 

“Un conejito muy Picarón

 

Un conejito muy picarón,

de colita blanca

como el algodón.

 

Su mamá le dijo: “oye conejito,

no andes tan ligero

en el monopatín,”

 

Por desobediente,

Lo que le pasó

Se pinchó una llanta y se lastimó

Todos los conejos fueron a llorar y

Mamá coneja los perdonará”

 

El cuento se va abriendo lentamente, y se les dice:

Un conejito salió a pasear

A buscar amigos

Que quieran jugar

 

De un palo alto

Vino a contestar

Una guacamaya

Que sabe bailar

 

“Yo juego contigo

Voy a celebrar

Que seamos amigos

Y juntos estar”

 

Y el conejito

Se puso a saltar

Y por eso el hámster

Dejó de girar

En su rueda mágica,

Tuvo que parar.

 

La gata Carlota

Llegó del jardín

Pisando muy suave

Con su corbatín.

 

El pececito

Desde su pecera

Los miraba a todos

Con risa ligera

 

Y el perro Tomás

Decidió sentarse

Solo a descansar

Mientras el conejo

empieza a jugar

 

Vamos todos juntos

No esperemos más

Que con las mascotas

Vamos a gozar,

Del juego, del canto

Y con risas sin par.

 

 

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